Páginas

jueves, 17 de mayo de 2012

Suma Kamaña y Buen Vivir


En algunos momentos de nuestras vidas, las necesidades internas se desajustan con los ritmos externos que se supone debemos seguir.

Digo "ritmos", pero podría decir normas, reglas, mandatos, deberes.
Y digo "externos" porque al principio de nuestros principios, esas reglas no estaban ahí, pero hubo un día en que empezamos a escuchar "eso no se hace", "eso no se toca", "compórtate como es debido", "tienes que hacerlo de este modo" "debes ser de esta otra manera"...
aprendimos todos esos "debería y tendría qué" y acabamos por interiorzarlos, haciéndolos propios. Por eso, años después, ya no necesitamos que nadie venga a señalarnos qué es lo correcto y esperable según qué situación, ya que hemos incorporado nuestro propio juez o jueza. 

Aunque a veces, este juez o jueza se hace demasiado extricto...
Y cuando me siento cansada, desmotivada o enferma, me señala los mismos rígidos esquemas por los que mi vida debe regirse. Debo seguir al mismo ritmo, sin detenerme a escuchar si mi cuerpo puede seguir esa velocidad que mi "mente" pretende marcar.

Entonces es cuando mis necesidades y deseos internos se desajustan con los ritmos externos que me digo que debería seguir.


Hoy estoy aprendiendo a vivir desde un nuevo lugar en el que el sosiego y el respeto por los ritmos biológicos me descubre una vida más vivible, disfrutable y satisfactoria.


Mi gran amiga de la vida Beiby, me contó (de esa manera secreta y loca que usa ella para enseñarme las cosas), que  el Suma Qamaña es uno de los principios ético-morales de la constitución Boliviana.

En Aymara, significa Vida en Plenitud.
 
Buen vivir y buen convivir. En equilibrio y armonía con una o uno mismo y con todas las formas de existencia.
La buena vida.




Sobre el Miedo


Fragmento de la novela "Vida de Pi", de Yann Martel. Editorial Destino
Inspirada por Pi Patel.


"Quisiera decir algunas palabras acerca del miedo. Es el único y auténtico adversario de la vida. Sólo el miedo puede vencer a la vida. Es un contendiente traicionero y perspicaz, y bien que lo sé. Carece de decoro, no respeta ninguna ley, ningún principio. Te ataca el punto más débil, que siempre reconoce con una facilidad inefable. Empieza con la mente siempre. Estás tranquilo, sereno y feliz y al poco rato el miedo, ataviado con la vestimenta de duda afable, se te cuela en la mente como un espía.

La duda se encara con la incredulidad y la incredulidad trata de expulsarla. Sin embargo la incredulidad es un mero soldado de infanteria desprovisto de armas. La duda le elimina en un santiamén. Te inquietas. La razón viene a luchar por ti. Te tranquilizas. La razón está bien equipada con armas de ultima tecnología. No obstante, de forma asombrosa, a pesar de contar con unas tácticas superiores y un número de victorias aplastantes, la razón se queda fuera de combate. Te sientes debilitar, flaquear. La inquietud se torna terror.

El miedo entonces acomete contra el cuerpo, que ya se habia dado cuenta de que algo va horriblemente mal. Los pulmones ya han salido volando como un pájaro y las tripas se te han escurrido como una serpiente. Ahora la lengua se te cae muerta como una zarigüeya y la mandíbula empieza a galopar sin poder avanzar. Ensordeces. Los músculos te tiritan como si padecieras de malaria y las rodillas te tiemblan como si estuvieran bailando. El corazón se pone demasiado tenso y el esfínter se pone demasiado relajado. Y lo mismo ocurre con el resto del cuerpo. Cada parte de ti, de la forma que más le convenga a ella, se te desmonta. Lo único que sigue funcionando bien son los ojos. Ellos sí que le prestan la atención debida al miedo. Te ves tomando decisiones precipitadas de forma atropellada. Despides a tus últimos aliados: la esperanza y la fe. Y ya está, tú mismo te has derrotado. El miedo que no es más que una impresión, ha triunfado sobre ti.

Es una cuestión difícil de plasmar con palabras. Pues el miedo, el miedo de verdad, el que te sacude hasta los cimientos, el que sientes cuando te encuentras cara a cara con la muerte, te corroe la memoria como la gangrena: intentará acariciarlo todo, hasta las palabras que pronunciarías para hablar de él. Tienes que luchar a brazo partido para alumbrarlo con la luz de las palabras. Porque si no te enfrentas a él, si tu miedo se vuelve una oscuridad muda que evitas, quizás hasta olvides, te expones a nuevos ataques de miedo porque nunca trataste de combatir el adversario que te venció."



                
                            "Vida de Pi" de Yann Martel. Editorial Destino